Esta tarde me he empezado a encontrar un poco extraño, agobiado, necesitado, entristecido pero alegre, soñador pero realista y he salido a la calle para ver si con el aire, un café y un paseo se me pasaba. Salgo de casa y, curiosamente, no sigo la ruta normal para ir al típico bar de esos que te saludan por tu nombre sino que quise variar un poco con la rutina.
Con los cascos puestos, música a tope y cabizbajo observando mis pasos me he centrado en mis pensamientos, en mis inquietudes y me metí en las canciones que estaban sonando, como si de una banda sonora se tratara. Andando y andando, cruzando calles, observando a la gente y viendo continuamente como mis pies se van alternando uno tras otros en un paso constante y desconocido me he ido dejando llevar por la música y seguramente mi subconsciente hacia vete a saber donde.
A los pocos minutos, una brisa más fresca de lo normal y un aire algo más claro y puro me hizo levantar la vista dándome cuenta que había atravesado Sa Faixina y me encontraba en el puerto náutico de Palma… no se porque ni como pero ahí estaba. Tras esto he considerado necesario quitarme los auriculares, parar la música y centrar mis sentimientos en el ambiente. Aún con ruido de coches notaba cierta armonía entre el tintineo de los barcos con el mecer del mar, la brisa que recorría, el ruido del agua fluyendo como fuente vital en el dique y, de fondo, el sonido de las gaviotas. ¿Cómo he llegado aquí? Yo solo quería tomarme un café y reflexionar.
Poco a poco me he ido encontrando mejor, demasiado bien a lo que me he sentado en un banco del paseo marítimo al lado del carril-bici y me he centrado en ese repiqueteo de los mástiles de los barcos, a ese suave mecer del agua acariciando la superficie del muelle y los frágiles cascos de las embarcaciones, ese aire nada incómodo y agradable con una temperatura tremendamente agradable y celestial. En este ambiente, en este plató, he decidido cerrar mis ojos, escuchar esa música en la que seguro que sin palabras me hablaba, me susurraba y me aconsejaba.
Tales fueron mis pensamientos, mi profunda sinceridad para con el mar que me he sentido comprendido, la brisa ya no chocaba contra mi sino que me acariciaba, el sonido ya no era ruido melodioso sino un susurro constante. Abriendo los ojos como si volviera a despertar, con cierto malestar al ver de nuevo tanta luz, soñaba despierto viendo la gente que pasaba, sin darme cuenta tenía lágrimas en las mejillas…. ¿por qué? era y soy feliz… ¿cual es el origen de esas lágrimas? no lo se pero me he sentido refrescado, ni burn, ni red bull, ni siestas, esto me ha revitalizado.
Pasa la gente por delante de mi, una pareja cogidos de la mano, un padre con su hija, etc. Todo lo que veía, antes de llegar al puerto y reflexionar posiblemente lo hubiera visto con envidia y tristeza, ahora lo veía precioso, no era yo el que estaba con esa pareja, no era mi padre el que me hablaba mientras paseaba por el Paseo Marítimo, pero lo sentía con cariño y emoción. Al rato era un inglés el que pasaba, tambien con cabeza cabizbaja y de reojo me ha mirado, sin temor, sin miedo, sin vergüenza de ningún tipo se ha acercado a mi y, sin preguntar, se ha sentado en mi banco, un silencio nos invadía pero notaba que esa postal me estaba resultando familiar.
Al final me ha dado por romper el hielo y hablar con el típico ¡Hi! y hemos comenzado a hablar… ains… ¿por qué me daría a mi por hablar…? Ha muerto su padre recientemente, hace poco se separó, ahora enamorado y no correspondido y yo escuchando, ayudando, aconsejando. Lo único que se es que se llama Christian y es de Southampton, nada más pero… ya estaba con un relax interior gracias a escuchar al mar, dejarme envolver por su música, por el susurreo del viento, del oleaje y el cantar de las gaviotas… y me he dado cuenta que cuando ayudaba a Christian estaba respondiendo a todas mis dudas, a todas mis inquietudes.. estaba siendo yo el psicólogo en ese momento y me estaba ayudando yo mismo… Es maravilloso internet y todo eso, si, pero por suerte siempre queda la vida real… un abrazo y un llanto prolongado con un desconocido, con mi hombro y su hombro empapados en lágrimas mezcladas de alegría y tristeza, de pena y de emoción.
Anochece.. no es cuestión de estar toda la tarde en el puerto… la suerte, azar o más bien subconsciente me ha acompañado hasta ahí, la suerte o el azar ha hecho que Christian pasara justo delante, se sentara a mi lado y perder el miedo de hablar con un desconocido, un extraño pero a la vez, un hermano, un sincero abrazo. El mar… hoy se porqué lloraba mi corazón en otras ciudades… lejos del mar, lejos de su susurro, de sus caricias, necesitaba la costa, necesitaba su «calor».
Tengo que repetir esto de nuevo, dejar a un lado la red por un momento, dejar los móviles, los mp3, la tensión, las preocupaciones… Hasta siempre Christian.. me has ayudado tu a mi más que yo a ti… te lo aseguro.