Hoy he asistido a un curso obligatorio de primeros auxilios realizado en mi lugar de trabajo y durante ese curso me ha llamado la atención que pese a ser básico (una hora) se haya dado más el masaje cardio-respiratorio antes que la cura de accidentes más comunes como cortes o quemaduras. Durante la charla estaba más pendiente de recordar lo dado en los cursos de socorrismo de la Cruz Roja que de escuchar los procedimientos de reanimación.
Creo que los que están metidos en el tema ya sabrán la verdad oculta del maravilloso mundo del voluntariado y es que en muchas ocasiones, salvar vidas te trae más disgustos que satisfacciones. Durante mi estancia de socorrista en la Cruz Roja puedo decir que he realizado 193 actuaciones de emergencia, 5 de ellas finalizadas con muertes y la verdad es que a veces, aunque se haya conseguido salvar la vida de alguien, ese alguien lejos de agradecértelo te puede meter una denuncia y mi compañero Jose Miguel sabrá muy bien de que hablo.
De Mias |
Hará ya algunos años que tuvimos guardia en La Calobra, una playa muy peligrosa y concurrida de Mallorca un día que se celebraba un concierto (clásico del Torrent de Pareis). Ese día tocó una mar realmente peligrosa, una de las más malas que nos ha podido tocar desde que estábamos en el cuerpo. Los socorristas no son autoridades ni son nadie como para prohibir o impedir la entrada de alguien a la playa y aunque nos tiramos todo el día intentando evitar que la gente se bañara mediante encarecidas recomendaciones, algunos eran demasiado «chulos o expertos» como para omitir dichas recomendaciones y meterse en aquella playa maldita.
Tanto José Miguel como yo acordamos que, en caso de que uno de esos chulos se encontrara con serios problemas (que los hubieron) no arriesgaríamos nuestras vidas para salvar a gente con exceso de confianza, estupidez o falta de conocimiento y así fue, hasta que el turno llegó a una madre, con sus dos hijas de entre 4 y 6 años que, a pesar de que las criaturas no querían, madre e hijas se metieron en el agua. Tan solo tuvieron que pasar unos segundos para que la resaca las alejara de la orilla, es por ello que nos miramos y saltamos al agua, no a por la madre sino a por las niñas, una se empotró contra los acantilados y la otra ya había desaparecido entre las aguas, la madre, lejos de ir a por ellas ya estaba a salvo nadando hacia la orilla para salvar su pellejo.
Mientras yo me zambullía para buscar a la niña hundida con una resaca y una marea del copón, José Miguel se tuvo que dar un par de ostiazos contra los acantilados mientras ponía su cuerpo entre la roca y la niña y pudo salir con unas cuantas magulladuras de más.
Lejos de aplausos o ayuda, la gente se acumulaba en la orilla para ver como Jose Miguel y yo teníamos que reanimar a la primera niña y después curar a la otra de los golpes y magulladuras mientras ambos estabamos también sangrando. Cuando acabó el día, dar el informe y a punto de irnos a casa, la presidenta nos hizo ir a su despacho para echarnos una bronca increíble por haber ido en búsqueda de las niñas con el peligro que entrañaba una bandera roja ondeando y que a la próxima nos iríamos a la calle.
¿Que hizo la madre de las criaturas? Interpuso una denuncia a la Cruz Roja (ergo a nosotros) por haber permitido que tanto ella como sus hijas se bañaran en lugar de prohibírselo, ¿Sentencia? pagar indemnización por los daños recibidos mientras a nosotros aun nos quedarán aquellos penosos recuerdos y algunas cicatrices de aquel día. Unos meses después dejé el socorrismo de playa en activo de la Cruz Roja y a los pocos años dejé también el de montaña. Jose Miguel siguió en montaña y ahora tiene juicio pendiente porque en unas prácticas, uno de los alumnos hizo caso omiso a recomendaciones y haciendo el cabra se despeñó, la familia le denunció. A día de hoy también está retirado.
Esto sonará duro pero si la madre estuviera aún en el agua (sin las criaturas) iría su padre a buscarla, si la madre necesitase ayuda en un futuro, no seré yo quien irá a socorrerla. A veces el socorrismo tiene sus puntos ventajosos pero otra te das cuenta que hay gente que ciertamente no merece ser salvada y mucho menos correr el riesgo de salvarla. Lo bonito es el momento, el salvar una vida y quedar como un rey consigo mismo pero en la otra parte de la balanza está la posible denuncia para sacar tajada, el riesgo de ser tu quien se quede, aguantar a la familia del salvado o muerto o tener que ir a los juzgados mientras todos te miran como inquisidores, aguantar muchas veces lo inaguantable, aguantar impresentables, prepotentes, chulos de playa, niñatos, suicidas, etc. etc. etc. Personalmente recomiendo no ser socorrista o al menos no voluntariamente, si profesionalmente y con un buen seguro que te cubra y estar preparado a tener un expediente lleno de denuncias.