En primer lugar, mencionar que lo ocurrido en Haití es un desastre sin precedentes, una crisis humanitaria similar al tsunami que afecto el océano Índico en el 2004 pero no toda la culpa de las desgracias que han asolado ese país puede achacarse ahora a este terremoto que, viendo siempre la parte positiva y negativa significará un antes y un después en cuanto al futuro del país más expoliado, explotado, deforestado, pobre y víctima de todo tipo de desastres naturales de América.
Es cierto que es muy triste y dan ganas de llorar el ver que miles de personas han perdido la vida por un terrible terremoto pero si intentamos tener algo de conciencia, algo de memoria, algo de honestidad y no dejarnos caer por la hipocresía de la moda de este mes que será el terremoto, son 4 millones las personas que han perdido la vida por la guerra, por la pobreza, el hambre, la delincuencia, la desigualdad social y la pasividad de toda la comunidad internacional. Se que es malo la comparación y es que no es lo mismo pagar 50.000 muertes de golpe que pagar 4 millones en «cómodos plazos».
Guerras civiles en un país en el que la comida típica eran galletas de lodo porque no había para más, solo barro y arcilla de dieta diaria, una guerra que cuando pasaron las muertes y asesinatos sin cese fue cuando se envió tropas «humanitarias» a controlar la situación con el silencio de los países más ricos, el mimo y cuidado de los países europeos al expolio que fue sometida, desde la llegada de los españoles hasta el asentamiento de los franceses y que acabó, por fin, en 1986 con la expulsión del país del último dictador, cuidado y mimado por Estados Unidos o Europa y que tras su destierro tras el robo de 100 millones de euros y tras su exilio fue recompensado con esos millones en sus cuentas suizas y una mansión en la Riviera Francesa.
Diversos sectores tanto industriales como turistas que han ayudado también al expolio de este país caribeño invirtiendo lo menos posible en sus infraestructuras, únicamente preocupándose de poder explotar al máximo su riqueza natural o material sin inversiones ni ayudas de ningún tipo al pueblo. Resulta, cuanto más, curioso que el eje del mal americano, (Cuba y Venezuela) hayan sido hasta ahora los únicos países que ayudaron a Haití sin esperar a que hubiera un terremoto. Venezuela donando dinero, petroleo barato y unos 600 millones de ayuda que se suman a los 8.200 millones de dólares de ayuda que lleva realizada a toda américa latina (4 veces más que el país más poderoso del mundo) y Cuba, dentro de su pobreza, enseñar y preparar a los haitianos a estudiar medicina o prepararlos para otras profesiones mientras que antes del terremoto, el Banco Mundial discutía si destinar 10 millones de dólares para sacar de la pobreza al país, 10 millones… cuando la deuda externa de ese pequeño país ya se contaba por miles.
La única parte positiva de todo esto es que ahora es cuando por morbo o el sensacionalismo, la gente empieza a ver que existe un país llamado Haití que ha soportado muchos males peores que este terremoto ante el olvido de la comunidad mundial y que posiblemente, se repita lo sucedido tras el tsunami del índico y haya una verdadera apuesta por Haití, por crear infraestructuras, por empezar a preocuparse de una maldita vez de un país que se encuentra en esta situación, no por un terremoto sino por el constante olvido y expolio de los países más avanzados del mundo.
En realidad, con estas cosas uno ya no sabe que eje del mal ni que ocho cuartos y si hay un bando malo, realmente es el que me dicen los telediarios… Corramos todos los países a limpiar nuestra conciencia e intentar salvar por fin vidas y no condenarlas por nuestra soberbia y desinterés ajeno.