Dresde, la matanza tabú

Tengo varias pegas y es que me cuesta mucho ver el blanco y el negro, todo lo veo gris y siempre de unos lados y otros pero nunca decantándome por ninguno de ellos pues, hace tiempo que dejaron de existir buenos y malos, ni de pequeño me tragaba que los indios eran los malos y los vaqueros los buenos, los americanos los salvadores y los soviéticos los emisarios de Satanás y, aunque esto pueda provocar ira o lo que es peor, confusión, soy apolítico aunque tirando de izquierdas pero eso no me impide opinar o estudiar otras ramas, no solo el manifiesto comunista sino también otras obras como Mi Lucha de Hitler, Dios y el Estado de Bakunin o libros de Henry Ford y Paul Krugman, premio Nobel de economía en 1998.

Por lo general, es muy fácil manipular la historia según convenga o procurar olvidar determinados temas que nunca fueron objeto de películas, ni hubo héroes ni villanos, nunca hubo novelas o gestas excepto la sobresaturada Stalingrado o el desembarco de Normandía pero, la 2ª Guerra Mundial no se resumió tan solo en esas dos batallas ni en el horror y pesadilla nazi de los campos de exterminio o matanzas indiscriminadas como Gernika, Alemania tuvo su propio Gernika con miles y miles de inocentes que murieron bajo el sadismo y la locura aliada y su Gernika se llamó Dresde (Dresden)

Dresden es una ciudad Alemana situada al este, suresde de Lipzig y a la orilla del rio Elba. Dresde era una ciudad prácticamente ajena a la guerra que estaba a punto de concluir, con una Alemania devastada. Era una ciudad sin destacamento o fuerza militar alguna, sin factorías bélicas, sin apenas defensas al carecer de valor económico, industrial o bélico ni mención militar alguna, es por ello que no deja de sorprender que las fuerzas aliadas decidieran acabar de gastar prácticamente todo su arsenal sobre esta ciudad, una ciudad que servía como campo de refugiados del Este, una ciudad entre la que entre heridos, enfermos y refugiados de guerra, no solo nazis tenía una ocupación de 26.000 personas sin contar con sus ciudadanos lo que la convertía en una ciudad de desvalidos, heridos, enfermos cuya principal actividad económica era la de la producción de porcelana.

Fue el 13 de febrero de 1945 cuando los aliados querían realizar una demostración de fuerza destructora, algo que volverían a repetir en Hiroshima y Nagashaki cuando por aquella época, Japón tampoco representaba ya una amenaza militar y se gestaba la rendición pero ese es otro tema.

A las 22:09 todas las emisiones radiofónicas de Alemania que llegaban hasta Dresde cortaron sus respectivas programaciones para anunciar un inminente ataque aéreo, algo que pasó prácticamente inadvertido para sus ciudadanos pensando que sería un ataque a alguna factoría industrial, o algún destacamento que pudiera haber cerca de la ciudad sin caer en la cuenta que ese era el ruido de la guadaña que se estaba cerniendo sobre la ciudad sajona.

Los aliados estaban dispuestos a dos cosas, una era contentar a los soviéticos que habían pedido que se arrasara Dresde, un capricho más del sádico Stalin, la otra era la famosa demostración de fuerza, no solo ante todo el mundo sino también marcando el terreno para una posible futura guerra fría. Los primeros mosquito británicos llegaron a la zona marcando diferentes puntos de la ciudad pero que abarcara en la mayoría de lo posible su totalidad con un nuevo sistema de guiado llamado Loran y que, a través de luces rojas abarcaban toda la inmensa ciudad y alrededores, un rojo nocturno que en breve sería el preludio del rojo de la sangre de inocentes.

245 bombarderos Lancaster empezaron su trabajo a las 22:15, tal era la concentración de aviones que el único avión derribado no fue ni mucho menos por defensas anti-aereas ni cazas alemanes sino que una de las bombas lanzadas cayó sobre el. 15 minutos más tarde acabó lo que hubiera sido más que suficiente en un ataque militar más en el que ya se había arrasado decenas de miles de casas, escuelas, hospitales, estaciones, la gran mayoría solo centros para refugiados y enfermos se habían quedado reducidas a cenizas, sin techos, cables eléctricos y telefónicos tumbados, tuberías y suministro de agua rotos que inundaban las asoladas calles en un ataque que hasta los propios pilotos mencionaban que el humo y el fuego podía verse incluso desde a 150 kilómetros de distancia.

A la tripulación de las aeronaves, para que no se dieran cuenta de lo que estaban haciendo se les dijo que en esa ciudad se encontraba el cuartel general del ejército alemán, central de la gestapo y miles de almacenamientos de municiones y armas por lo que era de vital importancia la destrucción completa de tales recintos para conseguir una victoria contundente.

Cuando los ciudadanos supervivientes ayudaban al resto, ciudadanos de lugares circundantes fueron a auxiliar a las víctimas de tal agresión y violencia gratuita, nada pudo anunciar una segunda oleada mucho más grande que la primera, no había electricidad, comunicaciones, solo había muerte, destrucción y sangre. No hicieron falta esta vez mosquitos que marcaran los puntos de una ciudad que ya se había convertido en una hoguera, en una sucursal del infierno en la tierra. 550 bombarderos Lancaster, B17 y Liberators, ayudados de bengalas de magnesio que mostraban los restos de la ciudad soltaron 650.000 bombas incendiarias sobre la maltrecha ciudad repleta de civiles con el ánimo de no dejar vida en esa zona del mundo y cuyas llamas se podían visualizar desde 300 kilómetros de distancia. La única defensa que tenía Dresde eran 9 cazas alemanes que se encontraban a varios kilómetros de distancia que nada pudieron hacer para impedir la matanza por la falta de combustible y comunicaciones en un país que ya se tambaleaba y cuyos ciudadanos estaban hastiados de guerra.

En la totalidad de los dos ataques se soltaron sobre la ciudad 1.477,7 toneladas de bombas explosivas, incluyendo 529 bombas de 2 toneladas, más una de 4 toneladas, 650.000 bombas indendiarias y con el uso de 1400 aeronaves con un poder destructivo mayor que las bombas atómicas de Japón y, del mismo modo que estas, su objetivo era única y exclusivamente un acto terrorista sobre población civil indefensa y maltrecha.

14 horas después donde solo había muerte y destrucción, otra oleada de 1350 bombarderos sobre las 12.12 del 14 de febrero volverían a rematar una ciudad pero con menos daño dado que las bombas solo podían caer sobre muertos y ruinas y los socorristas que intentaban buscar algo de vida por la zona. Por esto, los cazas que acompañaban a los bombarderos, con tal de no haber llegado en vano prefirió atacar a aquellas columnas de supervivientes que escapaban del infierno en carretas, ambulancias, coches de bomberos, filas de personas, automóviles o todo aquello que se pudiera mover o significar vida.

En este tercer ataque se soltaron 474.5 toneladas de explosivos de alta potencia y 296.5 toneladas de incendiarias, en paquetes y racimos. Como resumen de la locura y devastación, la ciudad vecina de Dresden, Bad Schandau pudo ver como ni uno solo de los bomberos que fueron a auxiliar la ciudad y a sus habitantes no llegó ni uno solo con vida de regreso, no iban con armas, no iban con bombas, iban con mangueras y recibieron la muerte.

Según las cifras del momento se contabilizaron hasta 40.000 cuerpos inertes aunque en la actualidad se reduzca a 25.000 dado que el resto de cuerpos, la mayoría consumidos por el fuego o la aniquilación no fueran contabilizados y por ende, tampoco formaron parte de ese cúmulo de cadáveres que se vieron arrastrados con Buldozers en fosas comunes ante la imposibilidad de poder enterrar tanto cadaver.

No todo es blanco o negro, por norma general siempre es gris.

Hay un libro con todo tipo de documentación, cifras y detalles que se puede descargar desde aquí aunque está en ingles bajo el nombre de «Apocalypse 1945» . Edición en alemán


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