Ser mallorquín y catalán de corazón y crianza (familia catalana, costumbres, idiomas, etc.) en Castilla-La Mancha y especialmente en Ciudad Real no es algo fácil de llevar. Insultos, menosprecios, mitos e incluso violencia es algo fácil de ver por estos lares aunque, si que es cierto que generalizar es malo, para ser políticamente correcto diré que el porcentaje de estos intolerantes es bastante alto por aquí.
Es algo típico el escuchar conversaciones diciendo que los catalanes solo miran por lo suyo. Eso si, no se os ocurra subir impuestos, el agua y demás por aquí porque es fácil ser solidario cuando no se da un duro al resto. De las primeras cosas que me sucedieron al llegar es que el tener un coche de matrícula de Barcelona es un peligro si se ve demasiado tiempo por aquí, el retrovisor así como cualquier pegatina que estuviera en un idioma ajeno al castellano pone en peligro la hermosa estampa de una grande y libre.
También es muy típico ver como te suplantan el nombre porque debe ser castellano para ser aceptado siendo típico el hecho de, o traducirlo al castellano o buscar motes burlescos para menospreciar dicho nombre propio, eso si, si van a Catalunya o Mallorca bien que les gustaría que se les siguiera llamando del mismo modo que se le llamó el resto de su vida.
Hablar catalán por la calle con un amigo o por el móvil entraña un serio riesgo, insultos, algún que otro grito, malas miradas por doquier o comentarios de «mira, un polaco» es el pan de cada día y es que curiosamente, por estos lares es por donde más se presume de tolerancia, diplomacia y democracia cuando todas ellas son inexistentes en su gran mayoría.
Sin duda esta es una de las principales razones del porqué tengo que buscar alguna salida viendo Madrid como seria opción por razones laborales por la proximidad al trabajo, su verdadera forma de ver el mundo desde un punto de vista multicultural y no monotemático como en La Mancha porque, ser catalano-mallorquín, ser ecologista, ser anti-taurino, ser ateo y ser apolítico es algo que no se puede consentir en estas tierras quijotescas donde nunca antes esta palabra tuvo tanto sentido como para un «extraño» o «forastero» por estos lares.