La democracia está obsoleta

La democracia como muchos sabremos, procede de la antigua Grecia aunque dista mucho de la actual, las bases ya se establecieron unos cuantos años antes de Cristo cuya filosofía era que el poder residiera en el pueblo y fuera el pueblo diréctamente quien influyera en la política y en la toma de decisiones aunque aquella democracia ya era obsoleta de por sí y se fue renovando como, por ejemplo, en los inicios democrácticos todos tenían derecho a votar siempre y cuando no fueran mujeres o esclavos (ergo ya no son todos los que tienen derecho a votar)

Con los años, la democracia se ha ido «renovando» a los tiempos que corrían como el sufragio universal o reparto de escaños hasta tal y como es en la actualidad pero creo, personalmente que ha llegado el punto en el que la democracia tal y como la conocemos ahora se ha convertido en una forma de gobierno, pensamiento y elección muy obsoleto a los tiempos que corren y como no, decadente.

En la democracia actual vemos que el supuesto poder que residía en el pueblo ha pasado a estar en manos de los medios de comunicación, en las multinacionales y en diferentes poderes fácticos que toman las decisiones por el pueblo e imponen sus ideas y objetivos para que estos se reflejen en las urnas. El primer paso para hacer una teórica democracia era el de crear un sistema bipartidista que independientemente de quienes gobiernen, las decisiones sean las mismas cambiando ciertos matices y aspectos bajo el disfraz de izquierda o derecha aunque últimamente se ha puesto más de moda el uso del centro tanto en unos como en otros.

Del mismo modo que la democracia está obsoleta, también es obsoleto el espectro político de identificar a ciertos partidos según los lados de izquierda o derecha. Este espectro tiene como origen en los albores de la Revolución Francesa al sentarse a la derecha del presidente los sectores políticos más aristócratas y a la izquierda del presidente el tercer estado o los no privilegiados o pueblo llano y esta repartición feudalista y antigua sigue vigente en nuestros días.

Curiosamente, la democracia es un estatus político que desde su base, es decir, desde sus propios partidos es de lo que más se carece ante la inexistencia de la propia democracia a la hora de escuchar a sus propios miembros, afiliados, simpatizantes o sus propias «sucursales» autonómicas hasta el punto de expulsar a aquellos miembros que discrepen de la toma de decisión de su partido a nivel municipal que son tildados como «tránsfugas» aunque en muchas ocasiones estos tránsfugas también toman sus decisiones por interés económico.

Las elecciones han pasado de ser un día de decisión colectiva a una serie de kábalas y quinielas dado que, pese a que posiblemente la mayoría del pueblo tome la decisión de votar mayoritariamente a un determinado partido político, aquellos que no salieron como vencedores tienen la opción de unificar sus votos con otros partidos con tal de conseguir la mayoría y por consiguiente el gobierno. Por poner un ejemplo, la mayoría de personas votaron al partido X pero si Y y Z sumaran sus votos consiguen superar a X por lo que Y+Z consiguen el gobierno. Esto significa que los que votaron a X aunque sean la mayoría se van a joder y su decisión no ha servido absolutamente para nada, así como también se puede faltar al respeto a los que votaron por Y o por Z dado que estos votantes no votaron a Y+Z sino que votaron a unos u a otros. Lo mejor es que estas coaliciones no hace distinciones de izquierdas o derechas dado que el objetivo en común es el de llegar al gobierno y no el de escuchar la decisión del pueblo.

No critico ni mucho menos la democracia, algo que fue necesario durante la transición tras la dictadura franquista pero habría que renovarla a los tiempos que corren volviendo a otorgar el poder al pueblo, algo que hace mucho tiempo desapareció, a los tiempos actuales o vigentes empezando por acabar el bicefalismo democrático español, exigiendo un límite de tiempo de la legislatura un determinado presidente en el gobierno español, volviendo a igualar el valor de un voto sin importar a que partido se realizó o desde donde se realizó acabando con la repartición de valores de escaños, dejar de condenar a los tránsfugas siempre y cuando sean por motivos ideológicos y no por intereses económicos (en este caso no solo expulsión sino también prisión por engañar y faltar al respeto a aquellos que votaron por confiar en el/ella) y permitir mayor democracia y transparencia en sus asambleas tanto regionales como nacionales, mayor toma de decisión entre los entes regionales o autonómicos y menos presión e imposición a las decisiones de estas a nivel municipal o autonómico.

Continuará…

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