Ayer nos dejó un miembro de nuestra pequeña gran familia, la reina de la casa, la veterana, mi niña, mi mejor amiga, mi «despertadora» por las mañanas, mi compañera de bebida en cualquier grifo, fuese el baño o la cocina, la que siempre me respondía al llamarle, la que siempre se dormía tras mis piernas sintiendo mi calor y yo el suyo, ayer nos dejó Chai.
Chai era una gata leucémica que tras la muerte de su antigua dueña, Elisabeth, se encontraba sola. Su nombre significa Vida en hebreo y ciertamente tuvo el don de la vida al tener una enfermedad tan cruel como la leucemia felina que da a los gatos afectados una esperanza de vida de una media de 3 años, Chai ha vivido casi 10, toda una superviviente, una luchadora hasta el final.
La echaré muchísimo de menos y siempre estará conmigo en mi corazón y mi mente, cada noche, aunque ya no notaré el peso de su cabeza sobre mis piernas o sus pisotones por la mañana para despertarme, se que estará ahí siempre y siempre me hará compañía, siempre me dará ánimos y me esperará allá donde esté.
Hasta siempre, Chai, eres una de las cosas más bonitas y buenas que he conocido en mi vida y has dejado un gran hueco en mi corazón y en el de Beatriz por tu ausencia pero también rellenaste otro con tu recuerdo y existencia.