Ahora que el dedo de la Policía apunta sin temblar a Santiago del Valle García, recuerdo otros casos en los que la Justicia, el único consuelo que puede quedarles a esos padres rotos por la pena, ha fallado estrepitosamente ante los ojos de la sociedad: el asesainato de Sandra Palo, el caso Nanysex, y tantos más.En privado, los encargados de impartir Justicia confiesan que «no se puede» mantener dentro de la cárcel de por vida ni a los delincuentes más repugnantes porque eso supondría atentar contra el principio de reinserción y porque el Estado no soportaría el peso económico.
El mismo Estado que se responsabiliza «de por vida» de los gastos generados por la multitud de cargos políticos de nuestro espantoso sistema administrativo (que multiplica por 17 los cargos con prebendas vitalicias) no puede condenar a cadena perpetua a los monstruos devoradores de niños porque le sale muy caro, y porque la inflexible mentalidad progresista dominante ha decidido que no existe el mal sino la enfermedad, -el buen salvaje no es malo, está malito-, y que los ogros como el asesino de Mari Luz a lo mejor se «curan» entre un asesinato o una violación y los siguientes.
Ángela Vallvey en La Razón
Fuente: La Crispación