He leido una noticia realmente triste que no me sorprende teniendo en cuenta hasta que punto hemos llegado. Es típico ver ya centros de «desintoxicación» de internet, creadora de adicción como la ludopatía o alcoholemia, actualmente se podría considerar como pequeños ejemplos radicales pero, poco a poco se están asumiendo como más cuotidianos, más del día a día y eso es realmente preocupante, preocupante porque cada vez, por momentos, afecta a personas de más temprana edad como es el caso de un niño de 12 años que se ha suicidado por haber sido castigado sin ordenador.
Este niño, como muchos otros, fue castigado sin ordenador y por ello sufrió un claro síndrome de abstiencia en el que el niño prefirió quitarse la vida a continuar con dicho «sufrimiento». Según sus compañeros de clase cuando fueron interrogados por la policía, el niño dejó su cartera, su pupitre, se encaminó hacia el balcón y saltó de un sexto piso, no sin antes haber enviado varios SMS desde su teléfono móvil a sus amigos anunciando que mañana sería su último día.
Aunque no se descarta que pudieran haber otros problemas y el castigo solo hubiera sido la gota que colmó el vaso, si es cierto que el niño era tremendamente adicto a los videojuegos y este tipo de castigos, en el nivel de adicción que tenía era más adecuado haberle retirado el ordenador progresivamente y no de golpe del mismo modo que a un yonky se le intenta desintoxicar sin metadona.
¡Cuidado! Que ahora no voy a justificar a los radicales anti-tecnología que vayan a criticar a los videojuegos, la informática o internet justificando este suicidio, la moraleja que yo extraigo de esta noticia es que esta pérdida de valores se muestra, no por los juegos, por internet, por las redes sociales o por internet en general sino por la falta de educación, por el exceso de mimo y aunque suene tópico, por culpa de los padres que han preferido mantener al niño callado y contento delante de un monitor que por promover que saliera más a la calle, a jugar al futbol, a quedar con sus amigos, a hacer una vida realmente social y no virtual, ese ha sido y está siendo el verdadero problema, demasiado mimo, despreocupación, desinterés y desgana por parte de sus progenitores que voluntaria o involuntariamente teniendo en cuenta el trabajo, la sociedad y los requisitos diários han mantenido desatendido al niño aunque, claro está, siempre será más fácil incumplar a un juego, a una tecnología que a unos progenitores.