Este año sí

Ya finalizó el Matagalls-Montserrat y de la mejor manera posible, este año si lo he conseguido y es un logro muy importante para mi a nivel personal. Una travesía que tenia pendiente desde el año pasado al quedarme en el “Pla de la Garga” en el control 2 por un ataque de migraña que me impidió continuar, pero hasta ayer, que acabé la travesía no estaba seguro que fuera por eso o porque sencillamente no pude más físicamente. Este año no me volvería a dar migraña dado que me tomé mis pastillas para la migraña por lo que, si me quedaba en el camino, sabría entonces cual fue el verdadero motivo de mi abandono prematuro del año pasado.

Haré un resumen del Matagalls-Monserrat de este año pero, debido a su largísimo recorrido, me extenderé un poco.

Llegamos Germán, Félix y yo a Coll Fornic a las 16:15 con el coche de Dimas (un amigo de Germán) y aunque nublado, no llovía. A los pocos minutos me llamó Fernando (amigo mío desde la infancia) para decirme que ya había llegado. Una vez realizadas las presentaciones de marras nos dirigimos al punto de inscripción para recoger la tarjeta de participación y de paso para que Félix se inscribiera en la travesía dado que no había realizado aun el ingreso. Una vez eso nos dirigimos a la asignación de hora de salida y nos tocó las 18:38, por lo que aún nos quedaban 2 horas para la salida y la salida oficial se realizaba a las 17:30. Con ese margen de descanso nos dirigimos a un prado para prepararnos para la salida (esparadrapos, vendas y vaselina para los pies, relajación, estiramientos, etc.) y justo cuando estaba la mayoría sin calzado empezó a llover, pero no a chispear sino más bien a diluviar por lo que corriendo nos tuvimos que poner los calzados de nuevo sin haber realizado las curas y precauciones convenientes y buscar un refugio algo fiable en un lugar donde no hay techos y cometimos el error de ponernos bajo un grupo de árboles (gran error pero si cayese un rayo tendría que elegir en que árbol caer entre más de 2.300 participantes del Matagalls-Montserrat, mucha mala suerte tendríamos si cayera en el nuestro) y allí donde fuimos había un chico que se había montado un toldo casero y nos invitó a meter nuestras maletas dado que todos no cabíamos en el y así hicimos.

Pudimos observar como multitud de gente volvía a sus coches y daban la travesía acabada sin haberla empezado tan siquiera. Graso error y toda una pena pero cada uno es libre de hacer lo que quiera, ¿no?

La hora se acercaba pero la lluvia no remitía pero… la suerte estaba con nosotros, a los 5 minutos de empezar nosotros a caminar, cuando ya estábamos preparados en el punto de salida se realizó lo que tanto deseábamos, dejar de llover. Toda una suerte que sin embargo, los que habían salido entre las 17:30 y 18:30 no habían tenido esa suerte y tuvieron que salir con todo el chubasco (granizo incluido) que estaba cayendo.

Llegó las 18:38 ansiada y comenzamos a andar, felices, risueños ante la eterna espera de un año para que comenzara la travesía.

Una hora y pico después de haber empezado llegamos a La Calma donde se encuentra el primer punto de control donde estábamos los cuatro (mal iríamos si no estuviéramos a tan pronta distancia de la salida) y seguimos caminando.

La cosa se empezó a hacer difícil entre el Collet de St. Martí de Tagament y Aiguafreda pues era un camino pedregoso de tierra y con la lluvia se había convertido en un peligroso camino de barro y fango donde todos íbamos resbalando y derrapando y estábamos poniendo los 5 sentidos para poder superar las trampas que nos estaba preparando.

Cuando más se complicaba la cosa más nerviosos estábamos, Germán se cayó tres veces en ese camino y los cuatro resbalábamos y estábamos a punto de caer más de una vez. En ese punto donde del peligro hacíamos broma, la cola interminable de caminantes se paró de repente durante algunos minutos. Durante esa espera surgieron varias dudas, alguien muy lento estaba ocasionando la cola, alguien se habrá caído, etc. y efectivamente fue la peor e indeseada sospecha lo que había ocurrido dado que la cola volvió a caminar y a los 7 minutos de empezar a andar de nuevo encontramos algo extremadamente desagradable. En un pequeño salto lleno de fango y lodo, en una roca, la encontramos teñida de sangre, no sangre de un corte ni herida superficial sino sangre espesa y más negra que roja bañando esa maldita mancha roja. Eso nos heló la sangre y fuimos, si cabe, más despacio y más cuidado con el camino que antes, las bromas se convirtieron en silencio sepulcral que no se rompería hasta llegar a Aiguafreda fría como nuestro propio cuerpo. A pesar de no conocer al accidentado, aquí y ahora le deseo su pronta mejora y suerte para el próximo año. Ese accidente es algo que habíamos olvidado todos pero es una más de las innumerables posibilidades y problemas que pueden surgir en una travesía como esta de ochenta y tantos kilómetros.

Llegamos los cuatro prácticamente a la vez aunque Félix tardó un poco más en llegar dado que se había retrasado y cuando llegó nosotros ya habíamos realizado nuestras curas y llamadas pertinentes (Germán llamando a Eva, Fernando llamando a un amigo para saber el resultado del partido del Mallorca y a su novia y yo mandando SMS a Tina diciendo que ya estábamos en Aiguafreda). Comentamos a Félix que le esperaríamos pero el nos comentó que el iba para rato dado que se iba a hechar un piti y a tomar un cortado en el bar antes de volver a caminar por lo que nosotros volvimos a la andanza, ya en ese momento íbamos con retraso debido a la demora del accidente y el extremo cuidado por el camino de barro que habíamos dejado atrás.

Al seguir andando me encontré varios puntos fatídicos para mi, uno fue el de la Calle de la Estación donde hacía un año pasó Tina para buscarme al retirarme de la travesía y con voz triste se lo dije a mis compañeros “Aquí fue donde Tina me recogió el año pasado tras mi retirada” me dolió mucho entonces y me duele ahora recordarlo por varios motivos, entre ellos haberla molestado al hacerla venir a por mi y pensar haberla defraudado tras mi inmenso e inmejorable currículum en la montaña y haberla molestado en sus quehaceres al hacerla ir a un pueblo que le era desconocido, el otro punto es que al subir aquel pesado camino que sube hacia el Pla de la Garga me encontré con el punto que me vio decaer, el punto donde fracasé, el punto donde mi cabeza parecía estallar debido a las migrañas y volví por donde había venido cruzándome con muchas personas, unas me miraban con tristeza, otros con cara de broma, nunca las olvidaré, como no olvidaré los focos de sus linternas alumbrándome la cara y empeorando mis migrañas.

Todo aquello pasó y llegué arriba dándome cuenta que el año pasado me quedé a pocos metros de la cima de aquel montículo. Al llegar arriba ya había realizado una deuda pendiente, superar ese tramo después de un año.

Andando por un agradecido llano después de tan arduo camino y a los pocos metros se encontraba el Control 2 sellando con orgullo mi tarjeta y a muy pocos metros el punto de avituallamiento donde había una importante cola para coger la cena y volvimos a reunirnos los tres dado que en la subida nos habíamos separado y Nando y Germán se sumaron a la cola junto a mi, Félix llegó un poco más tarde y se nos unió. Recuerdo con alegría esos maravillosos sándwiches que había preparados para los participantes, el Sándwich clásico de jamón y queso (el cual estaba de muerte) y otro llamado Beyoncé que era el vegetal, ambos estaban de miedo, me comí tres de ellos, un vaso de caldo muy bueno por cierto y un café que no lo estaba tanto. Una vez todos cenados procedimos a continuar la marcha. Sin novedades proseguimos la marcha, cada uno a su ritmo aunque de los cuatro que éramos nos habíamos diferenciado por los ritmos de marcha que íbamos siguiendo de manera que el primer grupo era el de Nando y Germán que iban delante dado que el ritmo al que iban para mi lo encontraba excesivo, después mi grupo en el que caminaba yo a mi bola y Félix detrás también a su ritmo aunque dosificando excesivamente las fuerzas a mi parecer.

En todos los avituallamientos y puntos de control nos encontrábamos y después de algunos pocos minutos de descanso, relax, curas y comida procedíamos la marcha y volvíamos a separarnos. Nando empezaba a tener problemas con las ingles dado que empezaba a tenerlas excesivamente irritadas haciéndole parar continuamente para poder curárselas o protegérselas.

Llegó el ecuador de la marcha donde me encontré con Germán aunque mejor dicho el me encontró a mi dado que yo no lo había visto y me saludo. Me sorprendí porque iba solo y no estaba Nando y le pregunte de su situación suponiendo que estaría más adelante, Germán me dijo que era raro dado que se había quedado atrás porque las ingles estaban peor, mucho peor (cosa que Nando posteriormente me aseguró al comentarme que le estaban sangrando) y se quedaría en Sant Llorenç de Savall y unos conocidos suyos que también se retiraban lo acompañarían a Barcelona.

Estuvimos bastante tiempo comiendo en Sant Llorenç de Savall y Félix tardaba mucho en llegar, cosa que nos sorprendía (poco más tarde y con una llamada nos dijo que se retiraba también en ese punto).

Sant Llorenç de Savall fue un punto difícil dado que tanto Germán como yo nos habíamos mareado en el camino hacia ese pueblo, perdimos el equilibrio un par de veces y yo incluso llegue a ver ovnis y estrellas que se movían haciendo cosas raras, síntoma no muy bueno.

Debido a eso y a que nos quedaba la mitad de camino, que eran las 4:30 de la noche y nuestro estado físico, Germán me comento de llegar hasta la mola y retirarnos en el Coll de ses Tenalles, un lugar fácil de encontrar y comunicado para que Tina nos viniera a buscar. A pesar de decírmelo entre en serio y la broma, me negué rotundamente, habíamos hecho la mitad de camino y por cojones haríamos el resto costase lo que costara. A German no hace falta repetirle las cosas dos veces y accedió a seguir y con más pena que con gloria iniciamos nuestra marcha por las hermosas calles de Sant Llorenç y volviendo a pisar caminos de cabra empezamos a ascender por las laderas de la mola. Al cabo de unas cuantas horas de una marcha pesada y cansada empezó a salir un nuevo enemigo, el sol el cual también participó en nuestro retraso ya acumulado y a multiplicar nuestro cansancio y desesperación. Entre el punto de avituallamiento de Sant Llorenç y el siguiente, que se encontraba a 13 kilómetros no había nada de agua y se noto, vaya si se notó, fue un camino tortuoso en el cual le dije a Germán que no se retrasara y siguiera su ritmo pues no quería ralentizarlo y con ello cansarlo más de lo que estaba. Durante ese tramo de 13 kilómetros lo pasé realmente mal, empecé a sufrir lipotimia y me paré bastantes veces, más de las deseadas con un gran mareo en caminos muy peligrosos para perder el equilibrio. Reconozco que lo pasé excesivamente mal temiendo seriamente por mí. Incluso llegué a pedir, con mucha pena, agua a algunos compañeros que me iban adelantándome y se paraban preguntando mi estado de salud que muy amablemente me ofrecieron. Como pude seguí caminando un largísimo trecho o puede que no lo era pero a mi me pareció inolvidable, con el sol pegándome sin parar en el cuerpo y haciendo que sudara la poco agua que me quedaba en el cuerpo hasta llegar a la urbanización de Cavall Bernat, una urbanización en la cual no encontré ninguna fuente para calmar la increíble sed que tenia y pregunte a dos o tres compañeros donde demonios se encontraba el punto de avituallamiento y todos con la misma respuesta “ya debe estar cerca” “tiene que estar por aquí” pero yo seguía caminando sin encontrarlo hasta que por fin, de lejos, al tomar una curva, lo encontré y acelerando con un paso penoso y los hombros destrozados por la mochila, llegué hasta el y empecé a beber como un loco.

Ese punto era el de Riera de les Arenes donde había un montón de gente y que vieron mis ojos, en ese punto había Donuts, Chocolate, Zumo y galletas con Chocolate aquello me pareció el edén y todo un oasis en el cual me serví a gusto. Justo al llegar recibí una llamada, la de Germán preguntando donde estaba y se lo dije, me comentó que estaba entonces a unos pocos metros, detrás de un coche de los Mossos d´Esquadra y que fuera hacia el y eso hice. Lo encontré mal, muy mal físicamente y yo lo estaba también y en mi desesperación de cansancio le dije algo del cual ahora me arrepiento pero no me avergüenzo de recordarlo, “Germán, esto se ha acabado para mi, no puedo seguir más” tenía los pies destrozados al igual que la espalda pero el me dijo “Xoxe, tengo un esguince de tobillo, el otro está abierto y apenas puedo caminar pero pienso llegar hasta Montserrat ya que estoy aquí, a 22 kilómetros de la meta, no lo voy a dejar ahora y tu vas a venir conmigo” me comentó que todo era psicológico y que si el, a pesar de su lamentable situación de salud podía seguir e incluso acabar, yo también podría y me animó, me animó muchísimo dado que mi estado anímico era patético y empezamos a caminar.

Un poco delante y después de muchísimos kilómetros encontramos la ansiada meta desde lejos, era Montserrat y eso nos animó bastante, yo me paré a hacerle fotos y Germán llamo a Eva para hacerle un resumen de cómo estábamos (por cierto, tenia un pollo al Ast esperándole en su casa) y seguimos caminando, esta vez con la moral por las nubes al ver esa montaña lejana pero la veíamos y físicamente destrozados.

Cruzamos Vacarisses y nos dirigimos a Monistrol sin problemas aunque volvíamos a sufrir el problema del agua y había una fuente de agua nada más llegar a Monistrol y Germán dijo lo más sabio de la travesía “Esta agua es media vida” cuanta razón tenia, ya teníamos sed y ni siquiera habíamos comenzado a ascender el Montserrat” Con pena y separándonos, cada uno a su ritmo comenzamos a ascender la montaña hasta llegar a la cima, esa cima que hace unas horas la dábamos por perdida, en ella estábamos. Nuestro objetivo se había cumplido, Tina vino a buscarnos y tras unos minutos de reposo, celebración y dolor recogimos nuestros diplomas y trofeos certificando nuestra llegada a la meta y haber conseguido nuestro sueño, realizar la Matagalls-Montserrat en menos de 24 horas. Éramos felices aunque físicamente destrozados pero lo conseguimos, 23 horas caminando, sufriendo, pensando, sudando pero lo conseguimos.

De esta caminata me surgen varias cosas, si Germán o yo hubiéramos ido solos, me parece que ninguno habría llegado a la meta, si dosificamos bien las fuerzas se puede llegar y los problemas de otros años pueden ser muy útiles para los próximos.

Espero que el año que viene los cuatro y los que puedan venir con nosotros lleguen y sientan lo mismo que sentimos Germán y yo. Espero que toda esa gente que dice “Ya son ganas de querer pasarlo mal” se apunte y sienta esa superación y conocimiento del cuerpo, de la fuerza de la mente y de la esperanza”.

Gracias C.E.Gracia por organizar y montar tan bien esta travesía y gracias Germán por haber estado conmigo en todo momento y compartir conmigo esa maravilla que hemos realizado.

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